En 1986 Elizabeth y Gotfried Schgaguler fundaron en Castelrotto (Italia) un pequeño hotel familiar compuesto por varios apartamentos. Castelrotto es un pequeño pueblo de la provincia italiana del Tirol del Sur, situado a una altitud de 1.095m y a los pies de las vertiginosas montañas de los Dolomitas. Estas condiciones lo convierten un lugar idóneo para desconectar en cualquier época del año.
No es extraño pues que, cuando en 2018, la familia Schgaguler decidió rediseñar y renovar el hotel por completo redujera su arquitectura a la mínima expresión para dar todo el protagonismo al paisaje. La nueva imagen del hotel fue obra del arquitecto Peter Pichler, en colaboración con Martin Schgaguler. Pichler defiende que el objeto arquitectónico se expande más allá de su entorno físico más inmediato, puesto que entran en juego elementos culturales, geográficos, sociales, económicos y tecnológicos.
El resultado fue un edificio de arquitectura simple y atemporal que se adapta a la perfección al paisaje que ofrecen los Dolomitas. De hecho, la silueta de su tejado recuerda a la de las famosas Tres Cimas de Lavaredo, una de las montañas mas icónicas de la región. Según Peter Schgaguler, “el objetivo fue quedarse con lo esencial y eliminar todo lo innecesario”. Además, se prestó especial atención en crear una experiencia sensorial a través de los materiales utilizados.
“Estamos convencidos de que una buena arquitectura es esencial para unas vacaciones restaurativas e inolvidables”, opina Peter Schgaguler. Aunque admite que puede que sus clientes no sean conscientes de todos los detalles, “los sienten al final de su estancia”.
Mientras que toda la carpintería se encargó a talleres locales, el hotel cuenta con algunas piezas de decoración con diseño español, como es el caso de la lámpara Basica de Santiago Roqueta (1987) y la ropa de cama de Teixidors.